Las Revoluciones, Ni Democráticas Ni Institucionales


Imagina a Miguel Hidalgo pidiendo permiso al virrey para levantarse en armas, o los revolucionarios franceses pidiendo permiso al rey o George Washington solicitando la autorización de la corona británica para luchar por su independencia. Las instituciones aseguran permanencia, estructuras y formas que dan una continuidad en cierta forma segura de la sociedad. En cambio la revolución nos lleva a cambios acelerados de rumbo, derrumbe de estructuras y de instituciones, no como dice Andrés Manuel López Obrador, que hará un cambio de rumbo de 360 grados. Que hay quien le aplaude sin saber lo que eso significa.

Imagina a los hermanos Flores Magón poniendo a votación si debían iniciar o no un movimiento social en México. No hay democracia en las revoluciones sociales. Un efecto será la creación o mejora de una democracia pero en tanto ocurre la revolución, no se da la democracia (Despues de todo es la manipulación del poder para justificar su existencia, más de 70 años del PRI lo demuestran)

En la realidad, cuando hay políticos que usan la palabra revolución en sus discursos solo pretenden colocarse en una posición en la que de hecho no podrían estar (es demagogia), pues los políticos y funcionarios públicos representan precisamente a las instituciones y a la democracia.

Los movimientos sociales revolucionarios no necesariamente deben terminar con guerras y derramamiento de sangre. Nelson Mandela es un ejemplo. Ghandi no promovió la guerra y la sangre que se derramo fue por causa de las instituciones. Aquí en México necesitamos una revolución, no por la vía de las armas, porque nos desangraría innecesariamente sino por medio de cambios en las estructuras e instituciones.

¡Pero las revoluciones no suelen darse a partir de las instituciones! Así que no será el gobierno, no serán los partidos políticos, no serán los políticos, no serán los sindicatos los que la encabezarán. No pueden y cuando alguno de ellos toma la bandera de la revolución en realidad lo que pretende es conservar sus privilegios y espacios de poder.

No debemos olvidar el pasado y pretender que un partido, con la misma estructura, será diferente. Las promesas de cambio son monedas demagógicas que los políticos suelen regalar para comprar conciencias. La lucha política no es para buscar beneficiar al pueblo sino al grupo que llega al poder. ¿Lo dudas? El ejemplo es claro con Salinas de Gortari, que regalo Telmex y TVAzteca a tipos que ahora son de los más ricos del mundo. Y Nosotros pagamos por ello. Su ambición desmedida lo ha llevado a crear a un candidato.

Por otra parte, como creer en alguien que es capaz de olvidar lealtad y principios con tal de llegar a un lugar, de romper las reglas de las instituciones para estar dentro de ellas. ¡Cuando quieres cambiar estructuras no te acomodas dentro! Es fácil culpar a otros de nuestros errores, no quiero un presidente así. Hitler en sus últimos días culpaba a sus generales y al pueblo alemán por el fracaso en su deseo de lograr un imperio milenario. Imagínate un presidente que en lugar de hacer las cosas bien, aunque no nos gusten, se la pase buscando culpables del complot contra el y su gobierno. Hugo Chávez mantiene el control de los medios de comunicación y logra unir a la población haciéndoles creer que las amenazas de Venezuela son externas, cuando en realidad provienen de el mismo. Cualquier parecido con alguno de nuestros candidatos no es coincidencia. ¡No necesitamos caudillos! Hugo Chávez, Fidel Castro, Hitler y Stalin lo demuestran.

Si los movimientos de los jóvenes son manipulaciones de algún partido, lo sabremos con el tiempo. Y si así fuera, tendremos que acusar y condenar a aquel que se haya atrevido a jugar con la esperanza de los jóvenes por intereses personales.

Necesitamos una revolución, una de la será obtener una victoria, porque debemos cambiar conciencias para crear nuevas instituciones. Los poderes ejecutivo, legislativo y judicial están desacreditados, los sindicatos de gobierno están desacreditados, los políticos y funcionarios públicos están desacreditados. Los abusos del poder se reflejan y se pierde la autoridad moral, por eso no hay quien pueda detener marchas legales o ilegales, fundamentadas o sin fundamento, reales u manipuladas. Cuando las autoridades han perdido la autoridad moral empiezan a perder la autoridad institucional.

Los cambios no siempre son para bien, es importante mantener un equilibrio en el poder, para evitar excesos,

¡Luchemos por el cambio!

¡Pero no confiemos en quien quiere hacer institucional o democrática una revolución!

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