El universo es un lugar fascinante y misterioso, lleno de belleza y de sorpresas. Los científicos astrónomos han explorado una pequeña parte de él, pero aún nos quedan muchas preguntas sin respuesta. ¿Cómo se originó el universo? ¿Qué leyes lo gobiernan? ¿Qué sentido tiene su existencia? ¿Hay vida inteligente en otros planetas? ¿Estamos solos o acompañados en esta gran aventura cósmica?
Como cristiano, creo que el universo es una obra maestra de Dios, el Creador de todas las cosas. Creo que el universo tiene un propósito y un plan, y que nosotros somos parte de él. Creo que Dios nos ama y nos ha revelado su voluntad a través de su Palabra, la Biblia, y de su Hijo, Jesucristo. Creo que Dios nos ha dado la capacidad de conocer y admirar su creación, y de usarla para su gloria y para el bien de nuestro prójimo.
Como aficionado astrónomo, me maravillo de las evidencias científicas que apuntan hacia un origen divino del universo. No se trata de una fe ciega o irracional, sino de una fe razonable y coherente con los datos observables. No pretendo tener todas las respuestas ni resolver todas las contradicciones, pero sí quiero compartir algunas de las cosas más sorprendentes e inexplicables que he encontrado en mi estudio del cosmos.
El principio cosmológico
El principio cosmológico es una hipótesis científica que afirma que el universo es homogéneo e isotrópico a gran escala, es decir, que tiene la misma apariencia y propiedades en todas las direcciones y en todos los lugares. Este principio implica que el universo no tiene un centro ni un borde, y que no hay ningún lugar privilegiado desde el cual observarlo.
Este principio se basa en las observaciones empíricas que hemos hecho del universo, pero también tiene una implicación filosófica y teológica. Si el universo no tiene un centro ni un borde, entonces no puede ser infinito ni eterno. Debe tener un principio y un fin. Y si tiene un principio, entonces tiene que haber una causa primera que lo haya originado. Esa causa primera no puede ser parte del universo, sino que tiene que estar fuera de él y ser independiente de él. Esa causa primera es lo que los cristianos llamamos Dios.
La Biblia nos dice que «En el principio creó Dios los cielos y la tierra» (Génesis 1:1). Esta afirmación coincide con lo que la ciencia nos dice sobre el origen del universo: hubo un momento inicial en el que todo lo que existe comenzó a existir. Ese momento se conoce como el Big Bang, la gran explosión que dio lugar al espacio, al tiempo y a la materia.
El Big Bang no fue una explosión al azar o sin sentido, sino el acto creativo de Dios, que puso en marcha el universo con unas leyes y unos parámetros precisos. El Big Bang no contradice la Biblia, sino que la confirma.
La constante cosmológica
La constante cosmológica es un término matemático que aparece en las ecuaciones de la relatividad general de Einstein, y que representa la energía del vacío o la densidad de energía del espacio. Esta energía hace que el espacio se expanda o se contraiga según su valor.
La constante cosmológica es uno de los parámetros más misteriosos y desconcertantes de la física. Su valor es muy pequeño, pero no nulo, lo cual implica que el espacio se está expandiendo aceleradamente. Esto significa que el universo no solo tuvo un principio, sino que también tendrá un final: llegará un momento en el que toda la materia se dispersará tanto que no habrá interacción ni comunicación entre las galaxias, las estrellas y los planetas.
Lo sorprendente es que si la constante cosmológica fuera ligeramente diferente, el universo sería muy distinto o incluso no existiría. Si fuera mayor, el espacio se habría expandido tan rápido que no se habrían formado las estructuras cósmicas como las galaxias o los sistemas solares. Si fuera menor o negativa, el espacio se habría contraído hasta colapsar en un punto singular.
La constante cosmológica es uno de los ejemplos más claros del ajuste fino o diseño inteligente del universo. Parece como si alguien hubiera elegido su valor con una precisión asombrosa para hacer posible la existencia de la vida. Ese alguien es Dios, el Arquitecto del cosmos.
La Biblia nos dice que «Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos.» (Salmo 19:1). Esta declaración coincide con lo que la ciencia nos dice sobre el diseño del universo: hay una armonía y una belleza en el orden natural que revelan la sabiduría y el poder de Dios.
La singularidad inicial
La singularidad inicial es el estado teórico del universo en el momento del Big Bang, cuando toda la materia, la energía, el espacio y el tiempo estaban concentrados en un punto infinitesimal e indeterminado. En ese punto, las leyes físicas conocidas dejaban de tener sentido y se producían condiciones extremas e imposibles de medir.
La singularidad inicial es uno de los conceptos más difíciles e incomprensibles de la cosmología. No sabemos qué había antes del Big Bang ni qué causó la singularidad inicial. Tampoco sabemos qué pasó exactamente durante los primeros instantes del universo ni cómo se generaron las leyes naturales.
La singularidad inicial es uno de los indicios más fuertes de la trascendencia divina del universo. Implica que hubo un momento en el que todo lo natural dejó de ser natural y entró en juego algo sobrenatural. Algo o alguien tuvo que crear la singularidad inicial y darle sentido al caos primordial. Algo o alguien tuvo que dar origen al espacio-tiempo y a las leyes físicas. Algo o alguien tuvo que iniciar el proceso evolutivo del cosmos. Ese algo o alguien es Dios, el Creador del universo.
La Biblia nos dice que «Porque él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió.» (Salmo 33:9). Esta afirmación coincide con lo que la ciencia nos dice sobre la singularidad inicial: hubo una voluntad divina detrás del origen del universo, una palabra creadora que lo hizo todo posible.
La entropía
La entropía es una magnitud física que mide el grado de desorden o aleatoriedad de un sistema. Cuanto mayor es la entropía, menor es el orden o la información del sistema. La entropía está relacionada con la segunda ley de la termodinámica, que afirma que en un sistema cerrado (como el universo) la entropía siempre aumenta o se mantiene constante.
La entropía es uno de los principios más fundamentales e inevitables de la naturaleza. Nos indica que todo tiende al desgaste, al deterioro y a la muerte. Nos indica también que hay una flecha temporal irreversible: el tiempo solo avanza hacia adelante y nunca hacia atrás.
La entropía es uno de los argumentos más convincentes para la existencia divina del universo. Implica que el universo no puede ser eterno ni auto existente, sino que tiene un origen y un destino. Implica también que hay una fuente de orden y de vida que contrarresta la tendencia al caos y a la nada. Esa fuente es Dios, el Sustentador del cosmos.
La Biblia nos dice que «Los cielos pasarán como una nube, Y se enrollarán como un vestido; Y sus moradores morirán como moscas; Pero mi salvación será para siempre, Y mi justicia no perecerá.» (Isaías 51:6).
Esta declaración coincide con lo que la ciencia nos dice sobre la entropía: hay una esperanza más allá
del fin del universo, una salvación eterna y una justicia inmutable. Esa esperanza, esa salvación y esa justicia son Dios, el Salvador del mundo.
Conclusión
Estas son solo algunas de las maravillas del universo y su origen divino que he descubierto como científico astrónomo y como cristiano. No pretendo tener la última palabra ni imponer mi visión, sino invitar a la reflexión y al diálogo. Creo que la ciencia y la fe no son enemigas, sino aliadas, y que ambas nos acercan al conocimiento de la verdad. Creo que el universo es un regalo de Dios, y que nosotros somos sus hijos amados. Creo que Dios nos llama a explorar y a cuidar su creación, y a compartir su amor con todos los seres vivos. Creo que Dios tiene un plan para el universo y para cada uno de nosotros, y que ese plan se cumplirá en su tiempo y en su manera. Creo que Dios es el principio y el fin de todas las cosas, y que en él encontramos el sentido de nuestra existencia.